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Nuestra deuda con las mujeres campesinas


Nuestra deuda con las mujeres campesinas


Las sucesivas violencias e inequidades de la Colombia rural recaen, principalmente, en las mujeres. Lloran sus muertos, padecen pobreza aguda y un olvido estatal enorme. Desde las descripciones que hizo Orlando Fals Borda hasta las imágenes captadas por el fotógrafo Jorge Mora se evidencia que la mujer campesina ha sido marginada no solo por el Estado sino también por las sociedades urbanas.

“Es posible que ser cocinera no se ajuste a los sueños de grandeza de las mujeres citadinas; mas, para una muchacha campesina, ello significa mucho: por primera vez en su vida tiene ingresos propios para gastarlos como quiera… generalmente son pequeños, pero satisfacen las motivaciones y los deseos de una joven campesina, especialmente cuando acaba de emigrar y se ha alejado recientemente de una clase de vida que ha perdido muchos de sus atractivos en el campo”, describía el profesor Fals Borda en su obra “Campesinos de los Andes”.

En nuestro país, de acuerdo con los análisis de este sociólogo barranquillero, las mujeres campesinas de mediados del siglo pasado tenían dos destinos: 1) quedarse en el campo desempeñando un papel “secundario” (desde la perspectiva machista) de servir a los de la casa y apoyar el arado y otras tareas del manejo de la tierra.

2) Migrar a las ciudades y suplir la demanda constante de empleadas domésticas, lavar ropas o dedicarse a las ventas en las plazas de mercado. Según describía Fals Borda, las de “mejor suerte” se dedicaron a la modistería o se casaban con hombres de ciudad (migrantes anteriores del campo) que ya tenían un oficio establecido, ya fuese como comerciantes, albañiles u obreros en fábricas.

¿Y por qué migraban las mujeres del campo a mediados del siglo pasado? Las razones no eran muy distintas a las actuales: la violencia y la decadencia del campo. Como lo relataba el profesor Fals en  “Campesino de los Andes”, las tierras rurales en Colombia siempre han sido poco productivas, tanto por falta de tecnificación como por las arraigadas estructuras sociales que no permiten el desarrollo humano de los habitantes.

En el caso de las mujeres del altiplano cundiboyacense –que según Fals Borda migraron primero que los hombres– huían de la condena de la chicha y la cerveza; esto es, de los hombres alcoholizados, que según el investigador, era una verdadera epidemia para la época. Cuando se prohibió la chicha en 1948, por motivos de salud y para abrirle mercado a la cerveza, los escasos ingresos familiares se vieron mermados.

“Con uno o dos pesos de chicha tenían lo suficiente para saciar el estómago y satisfacer la sociabilidad durante toda una noche; pero uno o dos pesos de cerveza no alcanzan para una hora, y solo logran “arañar la superficie”. En consecuencia…, los campesinos han tenido que gastar más dinero. Las conclusiones presentes parecen indicar que esta ciega transferencia de hábitos en materia de bebida puede estar afectando adversamente el presupuesto de las familias campesinas”, describió el profesor Fals.

Las mujeres que no migraban tenían que soportar más que esposos embriagados. Con las sucesivas violencias en los sectores rurales, soportaron la muerte de los suyos y en muchos casos la pérdida de sus parcelas, en un país en el que las mujeres rurales han tenido históricamente bastantes problemas para tener derecho a la propiedad de sus tierras.

“En la práctica, las entidades encargadas de la titulación, entendieron taxativamente la expresión ‘jefes de familia’ al otorgar este estatus a los hombres reconociéndolos como señores y dueños. Esto se traduce en que han sido las mujeres rurales quienes se han visto avocadas a probar su relación conyugal o marital para ser incluidas en el título, desconociendo sus derechos patrimoniales independientes de la relación que sostengan con un hombre”, indican María Juliana Gómez Mendoza y Luisa Paola Sanabria Torres en el artículo “Las mujeres rurales y su derecho a la tierra: retos de la política pública en Colombia” (1).

Es precisamente por la persistencia de este tipo de desigualdades y por la falta de políticas públicas efectivas que permitan sacarlas de la trampa de la pobreza que Naciones Unidas decidió en el 2007 establecer el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales.

El objetivo es concientizar a los gobiernos para que atiendan sus necesidades e invierta en ellas, las empodere política, social y económicamente, para que tengan la oportunidad de participar en sus propios procesos de desarrollo de manera igualitaria que los hombres. Retomar los estudios del profesor Orlando Fals Borda podría dar luces de cómo comenzar ese empoderamiento.

Recursos documentales:

– (1) Gómez Mendoza, María Juliana, y Luisa Paola Sanabria Torres. 2020. “Las mujeres rurales y su derecho a la tierra: retos de la política pública en Colombia”. Trabajo Social 22 (1): 85-104. Bogotá: Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/79232/73978

https://www.un.org/es/observances/rural-women-day

https://www.unwomen.org/es/news/in-focus/rural-women-day#:~:text=El%20pr%C3%B3ximo%2015%20de%20octubre,alimentarios%20de%20todo%20el%20mundo.

http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1794-24892015000200002