Documentos que cuentan historias/
En la década de los cuarenta las relaciones culturales entre Colombia y Chile pasaban por uno de sus mejores momentos. Escritores e intelectuales de ambos países mantenían una nutrida correspondencia y, en algunos casos, estos ocuparon cargos diplomáticos importantes en las respectivas embajadas.
Esta carta, recibida por Gerardo Molina, en ese entonces rector de la Universidad Nacional de Colombia, es ejemplo del amplio interés que había entre académicos de las dos naciones por acercarse y generar intercambios productivos.
En este caso, uno de los delegados culturales de la UNAL en Chile le describe al rector Molina los avances logrados para que escritores del país austral visitaran Colombia para mediados de marzo de 1946, con motivo de la Feria del Libro.
En ese empeño se contó con la valiosa colaboración del intelectual Julio Barrenechea Pino, embajador de Chile en Colombia, quien recomendó contactar a algunos de los eruditos chilenos más destacados del momento.
Barrenechea, en sí mismo, era un reconocido intelectual chileno, algunas veces puesto en el nivel de los poetas Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Durante su trabajo diplomático en nuestro país se destacó por su interés de llevar a decenas de colombianos a estudiar a universidades chilenas, menos costosas que las colombianas.
Según se describe en un artículo del periódico El Tiempo, del 8 de mayo de 1995 (1), “estudiar en Santiago o Concepción resultaba más barato que en Bogotá o Medellín. Había más estudiantes colombianos en Santiago que en cualquier escuela de una facultad de nuestra Universidad Nacional… Viajar a Santiago no era difícil, los estudios excelentes y, en los consultorios de Bogotá, Medellín o Popayán, los diplomas otorgados por las universidades chilenas se veían en las paredes tanto como los diplomas de Bogotá o Medellín”.
Aparte de esto, existía una admiración mutua entre escritores de los dos países. De ahí que el embajador Barrenechea recomendara invitar a Colombia a escritores de la talla de Ricardo Antonio Latcham Alfaro (1903 – 1965) y Agusto D’Halmar (1882 – 1950).
“Ambos escritores reúnen condiciones de brillo extraordinario y ambos son conferencistas de excepcionales condiciones. Latcham, particularmente, está muy allegado a nuestra Embajada y ha hecho conferencias de gran resonancia, en la Universidad, sobre tópicos colombianos, especialmente, el desarrollo de nuestra novela”, se describe en uno de los apartados de la carta.
Este documento patrimonial, que hace parte del Archivo Gerardo Molina, que resguarda la Universidad Nacional de Colombia en su sede Bogotá, hace parte de una amplia correspondencia que tuvo el rector de la UNAL con universidades chilenas, las cuales colaboraron activamente para el intercambio cultural y académico.
De hecho, como resultado de lo hablado en esta misiva, en marzo de 1946 partió un barco desde la ciudad chilena de Valparaíso hacia Colombia con muestras de libros y obras de artes, y con funcionarios de la Universidad de Chile. La misión que tenían era obsequiar los libros a la biblioteca de la Universidad Nacional de Colombia y a la Biblioteca Nacional.